domingo, 21 de octubre de 2012

MONTE FACHO - DONON

MONTE FACHO
HIO - DONON- CANGAS

     En el extremo occidental de la Península do Morrazo, individualizado de su entorno y elevado sobre el Océano, el Monte do Facho acogió a lo largo de siglos distintas expresiones de la vida en la comarca, que lo son también en la Historia de Galicia.



     En primer lugar, desde el siglo X a.C. hasta el siglo VII a.C., existió un poblado en la ladera Este del que apenas tenemos información salvo la de su excepcional tamaño. A partir del siglo VI a.C. surge el castro galaico, poblado fortificado que subsistirá hasta el siglo I a.C. De este aún  podemos ver parte de las murallas, el foso, las piedras que conformaban sus viviendas y que hoy cubren las laderas del monte, los basureros en los márgenes del poblado, o la topografía actual del monte que deriva tanto de la construcción misma del poblado como de la configuración natural.



     Posteriormente, un santuario levantado sobre la cumbre va a recoger las viejas creencias de quienes habían vivido en el castro para dotarlas, a lo largo de los siglos II al IV d.C., de un nuevo carácter, ahora marcado por el proceso de asimilación de la cultura latina en la región del Imperio Romano llamado Gallaecia. Finalmente en el siglo XVIII se construye un puesto de vigilancia costera con fines militares, del cual pervive la garita.


     Los altares votivos, ara en latín, son los hallazgos más significativos de las excavaciones del Monte do Facho. Su función era ofrecer al dios un pequeño monumento que recoge en una inscripción su condición de exvoto, la divinidad a la que va dirigida y, en ocasiones, el nombre del dedicante y/o los motivos de la ofrenda. Los ejemplos del Monte do Facho constatan la interpretación que hacen los galaicos de los modelos originales romanos.

     
     Al lado de escasos ejemplos clásicos, encontramos la reformulación en el ambiente provincial galaico, con variaciones en la morfología y enriquecimiento ornamental hasta llegar después en las últimas fases del santuario a unas formas muy alejadas de los modelos romanos. Un proceso que expresa la creación de una identidad estética y simbólica galaico-romana.

     
     El santuario de Berobreo se disponía en un área en pendiente que circunda la cumbre del monte. Existen restos de columnas que indican la existencia de un edificio, pero hasta ahora solo conocemos una disposición a cielo abierto de altares que, hincados en la tierra y en gran número, ocupaban buena parte de esa área. Una acumulación que motivó la tendencia de los monumentos a ser estrechos y altos, configurando lo que a la vista parecería un “bosque de aras”. Al final de la existencia del santuario, el lugar se abandona; las aras irán cayéndose y amontonándose, a veces fragmentadas, para permanecer así hasta nuestros días.



XOAN ARCO DA VELLA

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